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lunes, 19 de junio de 2017

A KUÉLAP, POR ENTRE LAS NUBES


Tito Zegarra Marín
Hemos vuelto a visitar a ese colosal patrimonio histórico, pero, esta vez, para satisfacción nuestra y como así lo decidimos con antelación, montados sobre telecabinas de ese novísimo y único sistema teleférico que existe en el país.

A Kuélap, subimos por primera vez desde las riberas del río Utcubamba, a pie, con alumnos del colegio Blas Valera (Lámud), poco después, atravesando una larga trocha de carreteraen compañía de alumnos de la UNC y, en los años que van del presente siglo, por varias veces, dentro de mis afanes por conocer y estudiar la realidad histórica y socio cultural de esa región.

Kuélap, es una de las más hermosas maravillas creadas por los primitivos pobladores del norte del Perú. Una singular urbe apostada entre paredes de piedra labrada con hasta 20 m de altura y espectaculares abismos que la convierten en un centro inexpugnable (defensivo o administrativo), a cuyo interior solo se ingresa por tres pasajes escalonados cuya entrada va reduciéndose hasta dar paso a una sola persona.

Son alrededor de 400 restos de habitaciones en los dos niveles, un torreón que hace de infinito mirador, pequeñas plazuelas de piedra tallada, un ambiente mayor llamado El Castillo y un centro ceremonial con forma de embudo conocido como El Tintero, entre otros. En varios de sus parapetos se exhiben sus atípicos y elegantes frisos y algunos petroglifos.

Es una suerte que a esta reliquia se haya sumado, sin afectar en lo mínimo su esencia histórica y cultural, uno de los avances de la modernidad (el teleférico), que no solo propicia visitarla con más facilidad y en menor tiempo, sino que, posibilita apreciar desde las nubes aquello que los chachapoya cuidaron y veneraron: sus valles, quebradas y montañas.

Son alrededor de 20 minutos que nos sentimos suspendidos entre los frígidos aires andinos y los duros cables de acero, donde emoción, temor y placer se juntan hasta ponernos en la valla de la plenitud y lo increíble. Una experiencia extraordinaria que vale la pena vivir.

Kuélap, con las telecabinas, ingresa a una nueva y promisoria etapa: mayor interés para visitarla desde dentro y fuera del país, generación de interesantes efectos económicos y necesarios desafíos en lo social y cultural. El antiguo camino (ramal del Qhapaq Ñan) que lo conecta desde El Tingo yal que recorrimos varias veces, creo pervivirá, bajo la sombra del teleférico.

Chachapoyas, cada vez más pulcramente remozada y tradicional, se enorgullece y favorece con ese logro. Celendín y Cajamarca deberían hacer lo mismo, pero primero, sus autoridades y burócratas deben visitarla y aprender lo bueno que se hace.







*Artículo preparado para el diario Panorama Cajamarquino

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